miércoles, 28 de noviembre de 2012

Antonio (jugando) - Sí. Me gusta la gente alegre. Y los pollitos son gente alegre.
Juana (mordaz) - No lo sabía.
Antonio (sigue el juego) -¡Porque no los habrá mirado bien! Vaya y fíjese cómo caminan, cuando salen a buscar comida, a la mañana. (Da dos o tres saltitos imitando el andar de los pollos) Cli-Clic. Clic. (Ríe) Están contentos; contentos de vivir. Se les ve en la cara.
Juana (con amarga sonrisa, casi para sí) - Usted también.
Antonio (se detiene)- ¿Yo también qué?
Juana - Quisiera estar contento.
Antonio- Yo estoy contento.
Juana- Usted se ríe, nada más.
Antonio- Qué quiere que le haga. Es una especie de motor, aquí...(Se toca la boca del estómago) Además...es salud.
Juana- No mienta. Usted tiene necesidad de reírse. De cualquier cosa.
Antonio (serio)- Y bueno; me gusta estar contento, sí. Y me río. Me río cuando hay algo gracioso.
(...)
Juana- Le rompería el alma a quien le mojase la oreja.
Antonio (sonriendo) Puede ser.
Juana- Sin pensar si vale la pena o no.
Antonio (rápido)- ¿Por qué no va a valer la pena?
Juana (amarga) - Usted, a la mañana, al despertarse, en la cama, no se hace la pregunte: "¿Vale la pena?" Usted pega el salto nomás. Sabe que vale la pena. Siente que vale la pena. Y pega el salto.
Antonio (la mira fijamente) - Sí. Si no, llego tarde al trabajo.
Juana (le devuelve la mirada)- No se haga el zonzo.
Antonio (se hace el zonzo)- Perdone, patrona. Me da la sensación de que me quiso decir algo importante. Pero no entiendo.
Juana (sabe que entiende)- Es una lástima.
Antonio- ¿Qué?
Juana- Usted.

El pan de la Locura.