martes, 19 de octubre de 2010


No hay mejor medida de lo que una persona es que lo que hace cuando tiene completa libertad de elegir. Pueden prohibirme seguir mi camino, pueden intentar forzar mi voluntad. Pero no pueden impedirme que, en el fondo de mi alma, elija a uno o a otro. No tenía miedo a las dificultades: lo que la asustaba era la obligación de tener que escoger un camino. Escoger un camino significaba abandonar otros. En un bosque se bifurcaron dos caminos, y yo... Yo tomé el menos transitado. Esto marcó toda la diferencia. Escogí a mis amigos por su buena apariencia, a mis conocidos por su carácter y a mis enemigos por su razón.